Concurso de relatos de ciencia ficción #Historiasdelfuturo organizado por Zenda e Iberdrola
–¡Por fin llegas!, pensé que ya no venías.
—Hola, Luis.
—Ya sabes que me toca hacer hora y pico para venir o volver a casa, como para que no aparezcas como la última vez. Oye… y hazme un favor, ¡quítate las malditas gafas!
—No me sermonees, no lo soporto —respondió girándose y dándole la espalda para buscar al camarero—. Una cerveza, por favor.
—Deberías saber que antaño estar con gafas de sol en un lugar cerrado era una falta de protocolo. Hoy en día estáis todos absortos en ellas y vuestro mundo tecnológico.
—Mira, Luis. Estamos en 2039, no en 1939. Si no fueses tan terco, no tardarías la hora que dices que tardas. Con la instauración del MaaS, es tan fácil como que planifiques tu ruta en un transporte compartido y te organices. Además, ¿por qué cojones no te compras un patinete eléctrico? Hoy en día ni siquiera los vagabundos caminan.
—Maldita sea, porque no quiero tener que tener programado todo. Donde me controlen donde voy. Compartirlo con vete tú a saber quién. ¿Y si quiero pararme frente a un escaparate?, o… yo qué sé… ¡Entrar en una librería!
—¿Para qué voy a entrar a una librería si alcanzo a tener cualquier libro en mis gafas? —exclamó sorprendido—. El escaparate igual. Además, puedo ir a la Quinta Avenida o pasear por el Triangle d’Or en París. ¿Qué voy a ver en un escaparate de una triste ciudad de provincias?
Luis suspiró con indignación. Miró al camarero y le pidió otra cerveza con un breve gesto de levantar la cabeza y señalar con la mirada la copa vacía.
Mientras tanto su amigo continúo en un intento de cambiar de conversación.
—¿Vistes el partido el otro día? Yo estuve en el segundo estadio. Fue increíble.
—¡Oh dios mío!, el segundo estadio… A eso toda la vida se ha llamado una sala de cine. ¿No ves que es todo una realidad maquillada? Casi ficticia.
—El partido se jugó. No deja de ser una realidad. Igual que este bar o esta cerveza. Además, ¿te crees que puedo permitirme una entrada al primer estadio? Acéptalo. La realidad aumentada es un hecho desde hace casi veinte años.
—Quítate las gafas. ¿Qué ves?
—A un viejo amigo muy cascarrabias.
—Te lo digo en serio. Mira este puto vaso, ¡joder! —Luis agarró con la mano el vaso de la cerveza que se había terminado y lo levantó como si fuera un cáliz en misa.
—Tienes razón. Está vacío. Eso no puede ser, bien aquí o en el Metaverso hay que pedirte otra. —bromeó un Mario que finalmente se había quitado las gafas.
—Está casi opaco. Rallado. Este sí que lleva dando servicio desde el 1939.
Ambos rieron.
—¿Sabes lo peor?
—¿Que la cerveza es mala?
Rieron nuevamente mientras el camarero les lanzó una mirada que cortó la broma en seco.
—No. Lo peor es que a nadie le importa esta distopía. Tú, con tus gafas lo ves limpio. El bar se gasta dinero para que este antro parezca limpio en vuestro mundo paralelo. Ya no es que sea irreal, o ficticio, o como cojones lo quieras llamar. Es que os gastáis dinero para algo que es intangible; cuando este vaso podría estar nuevo, o quizás un poco más limpio.
—Lo sé. Además, ya sabes lo que dicen…—Mario bajó su voz—. Según el precio o el sitio, ciertos hologramas no son las verdaderas marcas.
—¡Exacto! Como un garrafón de antiguamente.
—Sí, pero al igual que tú veías que te servían de una botella con su marca, ahora lo ves igualmente, o en el grifo, en el vaso. Al final tu cerebro te dice es “X”, y quieras que no, te sabe mejor. De eso va todo. Y soy consciente, pero lo prefiero así.
—Eso es peor.
—No. Es aceptar la realidad y amoldarse a ella lo mejor posible. Mira. —Mario señaló con la mirada a dos mujeres que tomaban un cóctel en una mesa—. Póntelas.
Luis agarró las gafas con suavidad. Dubitativo. Como a quien le dan a probar por primera vez una droga. Se las puso y giró su cabeza hacia la mesa indicada. Miró. Se las bajo a la altura de la nariz y nuevamente se las volvió a poner.
—¿Algún problema? —respondió una de las mujeres, quien se percató de ser observada.
Su amiga miró con desaprobación a los dos hombres de la barra que automáticamente se giraron.
—¿Y bien?
—Está claro, que como con el vaso, podrían haber invertido su dinero en maquillaje real. El sitio también es otro. Y me apuesto a que los baños tienen una bonita cascada en la pared para disimular las fugas y humedad que tienen.
—¿Y no te parece mejor ver todo así?
—¿Te refieres a este mundo?
—Sí.
—¡Por dios! No. No deja de ser un mundo de mierda. Mierda con purpurina.
Mario rio.
—Hablo en serio. Antes un hombre podía tener su propio coche. Viajar. O comer comida. De la de verdad, no de laboratorio. Ahora eso ha quedado restringido a una élite en pro de “el bien común”, “la humanidad”, y demás falsas causas que solo han hecho que robarnos la libertad.
La sonrisa de Mario había desaparecido.
—Nuestros padres y abuelos que vivieron los noventa fueron los últimos hombres libres. La última generación feliz. La de ahora, es una sociedad dopada.
—¡Luis!
Luis seguía enfurecido. Levantando cada vez más la voz.
—Una sociedad anestesiada, donde los políticos y sus programas de gobierno se basan en la creación de series y otros contenidos digitales. Donde lo antaño mundano, ahora es inexplicablemente un lujo para unos pocos. Unos que ni siquiera producen nada de valor real.
—¡Luis! —Insistió Mario visiblemente nervioso—. También es una sociedad muy regulada.
Luis miró a Mario y vio que este sostenía sus gafas SAO VR 2 emitiendo un destellante parpadeo naranja. Acercó su mirada y pudo ver en la pantalla:
AVISO. 2 Individuos. Discusión. Negative Keywords: Controlen. Distopía. Gobierno. Élite. Humanidad. Libertad. Dopada. Anestesiada.